¿Cuál sería el probable origen de la prohibición de minifaldas en el Congreso de Perú?
- Luis Vilchez
- 15 ene
- 4 Min. de lectura
El recinto de los “Padres de la patria” es noticia mundial desde hace unos días porque ha prohibido a sus trabajadoras el uso de faldas y pantalones cortos durante el verano. En defensa del cuestionadísimo Poder Legislativo, esas arbitrarias imposiciones se remontan a la época del colegio.

"Yo que crecí con Videla", dice la canción de Charly García. A diferencia del eximio músico argentino, yo crecí con Francisco Morales Bermúdez, el segundo presidente del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. El primer general de esa Junta fue Juan Velasco Alvarado, quien instauró en 1970 el uniforme único escolar: camisa blanca, pantalón gris oscuro y chompa (suéter) del mismo color, con el cabello corto para los varones y la falda a la rodilla para las mujeres.
Toda mi vida escolar, tanto primaria como secundaria, tuve como atuendo aquel atuendo que constaba de camisa blanca, pantalón gris oscuro y chompa (suéter) del mismo color. En las décadas de los 80 y 90, no importaba si tu colegio era público o privado; tu destino era en blanco y plomo, como las películas antiguas. Y zapatos, nada de zapatillas. Gracias a ello, desarrollamos la hermosa habilidad de jugar fútbol con un calzado que no estaba destinado para tales fines.
El pelo corto siempre fue un tema en casa y en el colegio. Mi primaria y un par de años de la secundaria los hice en un colegio de curas jesuitas. Aquellos religiosos eran expertos en hacer cumplir lo del uniforme único y el pelo corto. A los 10-12 años es la edad en que el corte clásico, ese con raya al costado, te comienza a parecer aburrido y buscas algo más moderno. Así como ahora todos los chicos se quieren cortar el pelo al estilo de los futbolistas, en aquel entonces los looks rockeros eran el modelo a seguir. Los curas no sabían qué hacer con las crestitas estilo Hombres G o Soda Stereo. Sí, yo me subí también a esa moda, cosa que para un padre militar, como el mío, era una aberración, pero esto era el comienzo; para su mala suerte, faltaba mucho más.
En los 90, ya lejos del colegio de los curas, y con el grunge y el rock alternativo en su apogeo, muchos querían llevar el pelo al estilo Kurt Cobain, de Nirvana, o Eddie Vedder, de Pearl Jam. Como se imaginarán, esto era imposible debido a que la vieja normativa del Chino Velasco seguía vigente y frustraba nuestras aspiraciones de estar a la moda. El “corte hongo” también estaba muy en boga por aquellos años y también era perseguido por las autoridades estudiantiles.
La secundaria la hice en un colegio para hijos de militares. Si bien el primer año el tema del buen decoro era bastante laxo, en los dos últimos, con un general y un coronel a cargo de la dirección, la situación cambió. Era constante el desfile de chicos por la peluquería del colegio. “Pero si nuestro Señor Jesucristo llevaba el pelo largo, ¿por qué no lo puedo llevar igual que él?”, decían los más astutos mientras que la maquinita hacía su trabajo.
Durante las formaciones, los auxiliares de educación se paseaban entre el alumnado y revisaban si el pelo estaba de acuerdo con lo estipulado en el reglamento del colegio en el caso de los varones, y en el caso de las mujeres si la falda estaba a la altura de la rodilla. Vi a muchas compañeras que volvían al salón de clases con las bastas (dobladillo en Argentina) de las faldas descocidas y muy por debajo de las rodillas. Sí, ellas también tenían blusas blancas y faldas color plomo oscuro.
Cuando cuento esto a mis amigos argentinos o españoles, se sorprenden mucho. En Argentina, por ejemplo, donde viví casi 20 años, me dicen que todos iban al colegio con ropa normal y un guardapolvo blanco. ¿Y el pelo? Al ver Grande Pa, serie argentina de los 90 que fue un éxito en casi toda Sudamérica, veíamos que los adolescentes tenían plena libertad de elegir su estilo.
¿Cómo es ahora en Perú? Si bien el uniforme único plomo color rata fue eliminado hace algunos años, las reglas de pelo corto y la falda por debajo de la rodilla siguen tan vigentes como cuando terminé el colegio allá en 1994. Al menos eso es lo que veo en el Facebook de mi colegio.
Lo que ha hecho el Congreso del Perú me recuerda a lo que ocurría en mi época de colegial: imponer reglas controvertidas y sancionar a quienes no las acaten. Quiero pensar que en el hemiciclo no existe un cuaderno de comunicaciones que deba ser firmado por la madre o el padre del infractor. En la actualidad, gracias a internet, la prohibición de las minifaldas —que también incluye pantalones cortos para mujeres y jeans para hombres— se convirtió en noticia en varios países. Aquí en Argentina, al menos, la medida fue calificada como machista y arcaica.
Previo al minifalda-gate, el Congreso del Perú también fue noticia por denuncias relacionadas con prostitución y violación. Una extrabajadora del Congreso, sospechosa de proxenetismo y con funcionarios del hemiciclo entre sus clientes, fue asesinada por sicarios que se movilizaban en dos autos y dos motos. Por otro lado, los congresistas Jorge Torres Saravia y José Jerí enfrentan denuncias por violación en expedientes separados.
Si revisamos la historia moderna del Perú, es evidente que los hombres, de pelo corto y traje, y las mujeres, con faldas por debajo de la rodilla, dedicados a la política, han sido los protagonistas de los casos de corrupción más sonados. Tal vez, ante el rotundo fracaso de esta vieja fórmula, sería una buena alternativa dejar de preocuparnos tanto por las formas y enfocarnos mucho, pero muchísimo más, en el fondo.
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