¿Acaso fui testigo de la muerte del rock argentino?
- Luis Vilchez
- 7 ago 2023
- 4 Min. de lectura
Hace un par de días en internet me topé con una nota sobre las canciones más escuchadas en el país del Río de La Plata. Los 10 primeros puestos estaban ocupados por los autodenominados ritmos urbanos, es decir, trap, rap y sus derivados. Tengo algunas teorías de por qué el autotune desplazó a la guitarra eléctrica.

Mi gusto por el rock comenzó desde muy niño. Recuerdo que, para la Navidad del año 1986, en el trabajo de mi papá había muchos regalos para los niños, por mi edad me correspondía un muñeco o algo parecido, pero mi viejo logró que me entreguen un walkman. No, no era Sony, pero cumplía muy bien su función de escuchar música a través de unos auriculares tipo vincha con esponjas de color naranja.
Por aquel entonces, la producción de rock peruano era muy incipiente, recién comenzaba. Argentina y España nos llevaban años luz de distancia. Por una cuestión de cercanía geográfica, el rock argentino era lo primero que llegaba a Perú. En las tres radios rockeras de la FM, uno podía escuchar a Soda Stereo, Virus, Los Abuelos de la Nada, Enanitos Verdes, Fabulosos Cadillacs y Charly García, principalmente. Tanto calaron estos grupos, que hasta el día de hoy sus éxitos aún suenan en las radios peruanas y también en fiestas.
Crecí escuchando y bailando los temas de estas bandas y solistas, que ya en los 90 eran considerados como clásicos. A mediados de esa década, el cable llegó al Perú y ya no teníamos que esperar a las “novedades” en las radios, gracias a MTV Latino podíamos saber cuáles eran los estrenos en Argentina. La producción de rock, en el país al que me mudaría varios años después, seguía tan aceitada como los 80. Soda Stereo se había consolidado como la banda más importante de Argentina y gracias a la televisión paga conocimos en Perú a la Bersuit, Los Piojos, Attaque 77, Babasonicos, Viejas Locas y otras bandas como Illya Kuryaki and the Valderramas, que era un rock con mucho funk, y en su formación estaba el hijo de Luis Alberto Spinetta, uno de los grandes del rock argentino.
En 2006, me mudé a Buenos Aires. En la Ciudad de la Furia se respiraba rock por todos lados. Me causó una grata impresión ver a los niños y adolescentes que iban a los colegios con unas mochilas negras llenas de nombres de bandas de rock: Los Piojos, Los Redondos, La Renga, Viejas Locas, Callejeros, etc. Por aquel entonces, las municipalidades organizaban recitales gratuitos con bandas rockeras y algunas de cumbia. Así pude ver a Los Tipitos, Vicentico (el vocalista de Los Fabulosos Cadillacs), Estelares, La Mancha de Rolando y algunas más.
Los boliches y bares de rock estaban por toda Capital Federal y el Gran Buenos Aires (la periferia). Los comerciales de la televisión usaban canciones de ese género para promocionar sus productos. El Quilmes Rock y el Pepsi Music eran los dos festivales más importantes del año y sus grillas estaban conformadas íntegramente de bandas rockeras de las ya consagradas y las nuevas que estaban formadas por chicos muy jóvenes.
Las estocadas al rock albiceleste
Acá no hay ningún estudio que determine que estos sucesos fueron los que debilitaron esta movida musical en Argentina, estas son meras suposiciones. Algo que se solía escuchar de las nuevas caras del rock que emergían en los 90 y la primera década del 2000 era el conocimiento, respeto y admiración por los proceres del rock: Luis Alberto Spinetta, Charly García, David Lebón, León Gieco, el “Indio” Solari, etc. y también de tipos con trayectoria como Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, Fito Páez, Fabiana Cantillo, Pedro Aznar, etc. Hoy eso no lo veo en los raperos y traperos que son los más escuchados de las plataformas musicales…, muchos desconocen la enorme obra de estos artistas que hicieron que la música argentina llegue a todo el continente.
Pero vuelvo a esos “momentos determinantes” que considero que alejaron al rock de las nuevas generaciones. Una de ellas es la separación de Los Piojos en 2009. La banda comandada por Ciro Martínez tenía una gran llegada no solo en sus seguidores de primera hora, sino también en el público joven. En los rituales, así se les llamaba a sus presentaciones, en la primera década de los 2000 se podía ver un mix de gente que estaba en los treinta y tantos, pero también chicos que tal vez estaban en el secundario. Si bien, la carrera solista de Ciro hoy convoca a mucha gente, en su público los adolescentes y jóvenes están ausentes.
La muerte de Cerati es otro de esos hitos. La desaparición del líder de Soda Stereo en 2014, tras pasar cuatro años en coma, resintió a la debilitada movida rockera nacional. Es cierto que, Zeta Bossio y Charly Alberti, los otros dos integrantes del exitoso trío, se han encargado de mantener vivo el legado de la banda, pero no sé si en las nuevas generaciones se despierta el mismo interés como los que transitamos nuestra niñez y adolescencia en los 80 y 90.
Antes de la muerte de Cerati, el deceso de Luis Alberto Spinetta también remeció de manera significativa las estructuras del rock argentino. El Flaco era uno de los faros de los que lo sucedieron, y al no estar físicamente entre nosotros, se perdió ese norte que guiaba a las nuevas figuras que iban apareciendo en la música.
Tal vez me equivoque, pero hace unos cinco años comenzó esta ¿transición? Las radios se vieron invadidas por voces con autotune y rimas pegadizas que calaron en los más jóvenes. Tanto así que, en este momento preelectoral, los candidatos que quieren cautivar al voto joven recurren a los traperos y raperos para tener más llegada a los noveles votantes.
¿Volverá a renacer el rock? ¿Los ritmos urbanos llegaron para quedarse? El tiempo lo dirá. Mientras tanto seguiré escuchando en Spotify mis listas de clásicos, a pesar de que cada tanto aparecen esas sugerencias para “modernizar” al público, pero en lo personal, yo seguiré escuchando esa música inoxidable.
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